jueves, 29 de enero de 2009

GUIA N.1 " Que entendemos por Doctrina Social"

¿QUE ENTENDEMOS POR DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA?
Objetivo
— Llegados aquí, ya tenemos elementos para clarificar algunas cuestiones básicas de carácter conceptual y metodológico: qué no es, qué es y cómo se elabora la doctrina social de la Iglesia.
1. Concepto
1.1. Lo que no es la doctrina social de la Iglesia
No es una doctrina política, GS 3 ni una doctrina económica: la Iglesia no reivindica para sí un papel de poder, sino de testimonio, le urge el anuncio del reino de Dios. No propone opciones técnicas, que son competencia del Estado o de las instituciones de la sociedad civil.
No es un sucedáneo del capitalismo. A Pesar de condenar el socialismo, la Iglesia condena igualmente el capitalismo, considerándole responsable graves injusticias sociales.
No es una tercera vía entre capitalismo y socialismo. Es esencialmente teología, su cometido no es diseñar un sistema ideológico, sino clarificar las implicaciones éticas de los distintos proyectos políticos y económicos, para que sean dignos del hombre y conformes a la ley moral.

1.2. Lo que es la doctrina social de la Iglesia
Si por DSI entendemos la dimensión social de la fe cristiana ema­nada del evangelio de Jesús, traducida en compromisos sociales por la justicia, la solidaridad, la defensa de la vida, la promo­ción de los derechos de los trabajadores, la opción por los po­bres, etc., en orden a iluminar y transformar la sociedad según el designio del reino de Dios, estaremos hablando de DSI en sen­tido amplio.
Juan Pablo II, al declarar 1991 «Año de la doctrina social de la Iglesia», daba la siguiente definición: «Enseñanza doctrinal mediante la cual el magisterio de la Iglesia, asistido por el Espí­ritu y sostenido, al mismo tiempo por el parecer de los teólogos y de los especialistas en ciencias sociales, procura iluminar a la luz del evangelio las actividades diarias de los hombres y muje­res en las diversas comunidades a que pertenecen, desde la ins­titución familiar a la sociedad internacional».
Pero, si por DSI entendemos: Un rico patrimonio de enseñanza, que la Iglesia ha adquirido progresivamente (a través del magisterio de los papas, el concilio, los obispos en sus diócesis, las conferencias episcopales, las comunidades cristianas); en los tiempos contemporáneos (ss. XIX-XX), como respuesta a los desafíos de la realidad humana y social, no como recetas técnicas, sino como juicio valorativo, dialogal y evolutivo, expresada en tres niveles de vinculación: «principios de reflexión», «criterios de juicio» y «orientaciones para la acción»; tomando como fundamento la dignidad de la persona humana, a la luz de la palabra de Dios y la tradición de la Iglesia; a fin de ayudar, según la manera propia de la Iglesia, inspirando y educando el pensamiento en orden a la acción, primeramente del pueblo de Dios, a los pueblos y gobernantes y a todos los nombres de buena voluntad que quieran aceptarlo, para construir una sociedad más justa y humana, conforme al designio del reino de Dios.
En este caso, estamos hablando de DSI en sentido estricto, como disciplina autónoma, teórica y práctica dentro del campo de la teología moral. Bajo el segundo concepto utilizaremos siempre el nombre de doctrina social de la Iglesia.
El Catecismo de la Iglesia católica (tercera parte, artículo 7) en el epígrafe III —«La doctrina social de la Iglesia»—, da también una descripción de la doctrina social, su origen, cuerpo doctri­nal y desarrollo desde el siglo XIX (nn. 2419-2422).

1.3. Niveles de vinculación
Nivel doctrinal Principios permanentes
Nivel ético-moral Criterios de juicio
Nivel sociopolítico Orientaciones para la acción


La DSI constituye, por tanto, un rico patrimonio de enseñanza expresado en tres niveles de vinculación. A pesar del riesgo que supone toda traducción y simplificación de este concepto, mere­ce un cierto desarrollo.
Hablamos de niveles de vinculación en cuanto reflejan la gradualidad en las exigencias derivadas de la fe cristiana
Los «principios» tienen carácter doctrinal, con un carácter de per­manencia, y son el fundamento de los otros niveles.
Los «criterios de juicio» son de orden ético-moral, y sólo se entienden en estrecha coherencia con los principios doctrinales. A lo largo de la historia, presentan matices en la formulación, en cuanto se subraya algún aspecto más que otro. No hay, sin embargo, detrimento, menosprecio o negación.
En cambio, las «orientaciones» tienen un carácter contingente, son históricas, situadas en las culturas e historia de los pueblos; aunque sean dictadas teniendo por horizonte el ideal del reino de Dios, atienden a las posibilidades de concreción histórica, no sólo a lo que debe ser, sino también a lo que puede ser.

2. Cómo se elabora la doctrina social de la Iglesia
Si analizamos los documentos de la DSI, sobre todo a partir de la Mater et magistra (1961) y, de manera definitiva, en la Gaudium et spes (1965), descubrimos un método en tres pasos, que define el discernimiento de los cristianos sobre la realidad: ver-juzgar-actuar.

2.1. Ver
Ver es percibir con sensibilidad, es emocionarse y preocuparse con la realidad, que tiene rostros humanos imborrables.
Ver es percibir con la inteligencia, es informarse y compren­der los problemas, las situaciones de injusticia, sus causas, los factores que las producen, los mecanismos y las personas que las producen, convirtiendo esos sistemas en círculos de muerte.
Ver es analizar en equipo, organizadamente, con la ayuda de las ciencias humanas y sociales, desde distintos puntos de vista una misma realidad social. La filosofía, la historia, la geografía, las ciencias de la tierra y del medio ambiente, la biología, la eco­nomía y la organización de empresas, la ciencia política, entre otros saberes científico-culturales, son ciencias auxiliares impres­cindibles en la elaboración y aplicación de la DSI.

2.2. Juzgar
Juzgar es interpretar la realidad y distinguir qué hay de felicidad y de desgracia en la vida concreta de las personas; discer­nir qué es y qué no es proyecto de Dios sobre el hombre y el mundo.
Juzgar es iluminar y valorar qué es pecado-injusticia y qué es gracia-justicia, qué es opresión-dominación y qué liberación. No puede pedirse a la Iglesia que se acomode a unos valores y tendencias sociológicas, supuestamente mayoritarias, incompati­bles con los valores evangélicos. Pero la Iglesia tampoco puede ser neutral.
Si el cristiano pro­fesa: «Creo en Dios Padre, creador...», tiene que tomar partido por la vida, por toda la vida y, en consecuencia, tiene que colo­carse en contra de todo aquello que viole y destruya los dere­chos de la persona.

En este paso del método, actúa de manera específica y origi­nal el cristiano a través de los principios de reflexión, los valo­res permanentes y los criterios de juicio de la DSI.

2.3. Actuar
Actuar es dar vida, dar existencia concreta a las elecciones y de­cisiones coherentes con los valores del reino de Dios. Porque la DSI tiene una dimensión histórica y teórica, pero también prác­tica.
Actuar es comprometerse en acciones concretas, trabajar para eliminar las barreras de las desigualdades, las estructuras y los mecanismos de injusticia; crear condiciones, factores, grupos, co­munidades, movimientos, para influir en la transformación de la sociedad en la dirección elegida: la justicia social, la verdad, la libertad, la paz.
Por eso, la DSI tiene orientaciones para la acción. Hay cristia­nos que ven y juzgan mucho, pero no se deciden a hacer nada. Otros predican, pero no vinculan su predicación a la acción. Vale recordar la enseñanza de Santiago: «La fe sin obras está muerta», o la enseñanza del evangelio: «¿De qué le sirve a uno tener mucha luz si no ilumina a nadie?».
Corresponde a los cristianos en sus países, ciudades y barrios concretos elegir las que consideren mejores opciones políticas, los mejores programas, los mejores medios y proyectos; y actuar influir en la transformación de la sociedad en esa dirección elegida. Conscientes de que «la Iglesia no tiene modelos para proponer. Los modelos reales y verdaderamente eficaces pueden nacer solamente de las diversas situaciones históricas, gracias al esfuerzo de todos».

Conclusión
Ninguno de estos pasos es cerrado e indepen­diente de los demás. Si bien metodológicamente se­guimos paso a paso, no es algo unilineal o uni­direccional. Se trata de un método abierto a la verdad, de realimentación permanente de realidad social humana, de referencias éticas y de los de­signios de Dios sobre el hombre y el mundo.